Entre los elementos que rigen el ciclo material del ser, la Tierra posee, sobre todo, un enorme componente matriarcal que determina fuertemente su concepción simbólica; es el depositario de la Vida y la Muerte misma, el único y exclusivo testigo de la eterna ciclicidad de la existencia, un elemento con el que el hombre siempre ha tenido un vínculo simbiótico, indisoluble, y que ha asegurado su supervivencia a lo largo de los siglos.
Ella representa la autoridad mágica y mística de lo femenino, el elemento protector, tolerante y amoroso, el que garantiza el crecimiento y el desarrollo, también en el sentido psíquico, la posibilidad de trascender los límites del intelecto; ella es la nutrición, la envoltura, pero también el peligroso olvido de la indeterminación, de la anulación de la conciencia, de la perplejidad, ella es el mundo de los muertos, el vínculo ancestral con todo lo que desde hace siglos está enterrado, para que no perturben el tranquilo fluir del pensamiento.
La Tierra es un arquetipo psíquico en sentido pleno, es decir, una imagen interior fosilizada en la estratificación de la conciencia colectiva del hombre, cuya elocuente expresión simbólica está representada por la Diosa Madre, que fue un punto de referencia religioso y artístico especialmente en la primitividad.
La diosa madre Tierra en sueños
El atributo fundamental para cada tipo de imagen que se puede definir como arquetipo es la ambivalencia absoluta del símbolo en sí mismo; en este caso, la Tierra y la divinidad matriarcal conectada a ella se funden en características positivas y negativas.
La ambivalencia de esta imagen se encuentra precisamente en la era primitiva de la evolución humana, donde la Diosa Madre fue concebida como el depositario de las fuerzas destructivas y devoradoras que pusieron al hombre bajo su yugo, y que luego, progresivamente, fue sacralizada y transformada en un símbolo positivo.
Específicamente, la Madre Universal puede tener tanto que ver con la disolución del yo, entendido como un principio de individuación y por lo tanto como un emblema de destrucción caótica de las propias defensas racionales, ya que puede ser considerada positivamente como el principio vital y transformador que empuja al cambio, al renacimiento y por lo tanto a la nueva vida.
Soñar con la Tierra significa necesariamente pasar por esta ambivalencia, significa ponerse en estrecho contacto con la Divinidad materna que cada uno de nosotros lleva representada en nuestras propias profundidades psíquicas y que trasciende todo elemento burgués moderno para restaurar nuestras raíces antropológicas; la Tierra es el ambiente uterino del que todos descendemos, es la dama indiscutible del nacimiento y del embarazo, de la fertilidad y del flujo de nutrientes del que estamos hechos.
LA IMPORTANCIA DE LA TIERRA EN LOS SUEÑOS
Más allá de los innumerables componentes antropológicos que se pueden obtener de este símbolo, cuando la Tierra aparece en los sueños tiene una serie de significados muy precisos que tienen que ver con la propia consistencia del elemento; es un elemento que está estrechamente relacionado con las entidades materiales, objetivas y conmensurables de nuestras vidas: es sobre todo la entidad sobre la que descansamos los pies, gracias a la cual conseguimos mantenernos en equilibrio, completamente estables, y con la que establecemos un estrecho vínculo desde la infancia.
Significa que nos sentimos perfectamente firmes frente a los innumerables fenómenos que caracterizan nuestras experiencias biográficas, y que tenemos una cierta consistencia de acción.
Cuando en los sueños tocamos la tierra, la modelamos, creamos nuevas formas a partir de su consistencia, es una invitación explícita a implementar nuestras facultades imaginarias y creativas, a dar una base empírica a nuestras aspiraciones y continuar cultivándolas, siendo entonces el símbolo particularmente relacionado con la fertilidad y la riqueza, aquí se convierte en un verdadero buen augurio.
No debemos olvidar que, incluso antes de cultivarla, el hombre cavó la Tierra, por lo que esta es la primera acción que determinó nuestra relación con este elemento.
La Tierra en sueños nos invita de nuevo a cavar, ciertamente en nuestra conciencia, a buscar todos los elementos antiguos que están enterrados allí, y ponerlos de nuevo en juego a través de una renovada confrontación consigo mismos, es alcanzar un nivel más alto de autoconciencia y comprensión de su propio ser. No es siempre y necesariamente una confrontación agradable, al contrario, se trata de sacar a la luz hechos y fenómenos que se han ocultado bajo tierra por una razón muy específica; una acción que en la psicología moderna se llama remoción.
VARIANTES INTERPRETATIVAS
- Soñar con una tierra fértil, húmeda y húmeda: es el preludio de la riqueza y el crecimiento personal, y por lo tanto de la realización de los propios proyectos.
- Soñando con la tierra roja: sueño doblemente positivo, tanto la tierra como el color rojo están estrechamente ligados a conceptos que dan vida, vigorizan y dan energía.
- Soñar con tierra seca y quemada: contrapartida negativa de la tierra, la sequedad y la quema indican cansancio, fatiga para vivir, vacío emocional y emocional, un espíritu consumido o demasiado cerrado en comparación con los acontecimientos externos.
- Soñando con la Tierra Quemada: El fuego es destrucción y purificación al mismo tiempo, en este caso es una destrucción de un aspecto antiguo de la personalidad de uno para que pueda nacer uno nuevo.
- Soñar con estar bajo tierra: es la condición primordial del ser humano, dentro del vientre materno, subraya la necesidad de seguridad, comodidad, protección por parte del soñador.
- Soñar con ser enterrado bajo tierra: ser llevado a la fuerza bajo tierra, por otro lado, es una indicación de alta frustración y un sentido de opresión, una verdadera sofocación para la mundanalidad externa.
NÚMEROS Y SUERTE
Para la tierra en general, cabal y mueca sugerir 42; tierra húmeda 34; tierra seca 74.